28 de mayo de 2012

Proyecto de mayo 2012: La doble imagen

Hola a todos!!!

Algo tarde, pero el dia ha estado pesado por aqui.

Esta, es mi aportacion de este mes. Un fuerte abrazo para todos!!!

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Ver caer las hojas… En Burlintong, Vermont… 

Es la enorme sorpresa que me ha dejado este día. Llevo horas sentadas en esta banca, esperando a ese niño que deje de ver hace décadas pasadas… Al parecer, ya no vendrá y debo de suponer el porqué. 

Ingrese a las fuerzas armadas hace 30 años atrás. A mi joven edad, solo buscaba la aventura y el servicio hacia mi país. A los 27 años, encontré el amor y lo deje ir, era más importante tomar mis botas, la maleta y el casco para luchar en la Guerra del Golfo Pérsico. Pasaron 9 meses de aquel encuentro fortuito con esa bella e inteligente chica que, un telegrama llego a mis manos en el breve descanso que tuve en la trinchera.

“Bebe nació hoy. Espero que puedas conocerlo cuando regreses. MaryLou”

Pregunte a mi pelotón con un grito de muy mala gana que si quien era el chistoso del día de hoy, a lo cual me contestaron que no era tal cosa, sino al contrario, el soldado que llego a entregarlo estaba justamente en recuperación de unas heridas que traía en sus piernas.

Guarde unos instantes de silencio y sin más… Decidí que ahora más que nunca, regresaría a esa ciudad para conocer a mi hijo y afrontaría ese gran regalo inesperado.

No sabía con que el destino me jugaría una mala jugada y tarde muchos años lejos de USA. Mis jefes me consideraron para tantos puestos, que ninguno me llevaba a la derrota, sino a la victoria… A escalar hasta donde nunca había soñado. 

Hoy, a mis 49 años, he pedido mi baja definitiva. Todo esto me ha hastiado! No he tenido la oportunidad de ver caer la nieve o sentir el abrazo de una persona querida. Sé que en todo este tiempo, no he estado tan alejado de Mitchel ya que siempre le escribo una que otra carta, contándole de un día de trabajo y enviándole dinero para sus estudios. MaryLou por su parte, me envía fotos y me cuenta de cómo va creciendo. Pero en ningún momento, él me ha escrito. Posiblemente no se le da la facilidad para escribir sus sentimientos o… Quizás no me quiere.
Pero bueno… Volvemos aquí, al fin y principio de todo… Al menos no ha sido un día perdido, porque este árbol de maple me ha enseñado que tarde o temprano todos llegaremos a terminar un ciclo… Ver caer las hojas me recuerda a los amigos fugaces que llegaron y se marcharon, a las miles de balas disparadas que lastimaron a seres que, como yo, tenían sentimientos. 

El viento frio inicia a mover las hojas del suelo, fijo la mirada en ese cielo tan blanco que el azul no aparece por ningún lado. Pienso en MaryLou, en esos besos que años atrás intercambiamos, en su linda sonrisa que me mantuvo vivo todo este tiempo… En darme cuenta que la perdí cuando ella se casó con otra persona… En que no hice nada más para hacerla feliz.

Escucho crujir las ramas y el banco en donde estoy sentado… Pero a su vez, también a lo lejos aparece el sonido de las hojas bajo algún par de pies...

- ¡Siento mucho por haber llegado tarde! Pensé que ya no me esperarías… Perdóname por todo!- Contesto tímidamente un joven de tez blanca, alto y bien parecido. 

- Al contrario, perdóname tu a mí! Hubiera esperado toda una vida aquí en este mismo lugar! ¡Nunca es tarde para comenzar de nuevo!– Y sin contener mis lágrimas, me he levantado para caminar hacia sus brazos. 

Muy dentro de mí, la esperanza ha renacido en mi corazón… Si tengo una última oportunidad para remediar las cosas… No debo de desaprovecharla… Y ser feliz!


25 de marzo de 2012

Ejercicio de Marzo 2012: La Frase

Hola a todos mis amig@s de AE!

Hace meses que el tiempo y mis ideas no habian logrado coincidir en los trabajos del grupo, pero por fin me he dado a la tarea de reiniciar.

La frase azarosamente me ha tocado es: Me mordía las uñas, sin ganas, apenas rasgaba la mitad.

Asi que, no se diga mas, los dejo con el relato y espero sus comentarios. 

Un fuerte abrazo desde Tabasco, Mexico. 

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EL VALOR Y EL BAUL



Un día como cualquiera… la cama sin más compañía que la mía, la gata ronroneando a los pies de mis pantuflas y yo… Intentando despertar de aquella pesadilla… parecía tan real, que me aterraba ir a la cama todos los días. Mi vida… se había convertido en un infierno en la Tierra.

Debía de haber recurrido a la esoterista que mi madre había recomendado días antes de morir, pero me sucumbía el miedo. ¿Qué me diría? ¿Qué le diría yo? ¿Cómo había llegado ese demonio a atormentar mis sueños? 

Así que desperté decidido aquel día, a terminar todo dentro de mí, por tal de conseguir la paz en mi alma y mi mente. Salí corriendo de la cama, baje de prisa la escalera y tome las llaves de mi Ducati para correr por las curvas y pendientes sinuosas que me alejaban de la residencia más deprisa, hasta llegar a la casa de Ashanti, la indicada en la tarjeta de mi madre. Esperar era una gran debilidad para mí, la fila estaba compuesta por más de 35 personas y detrás de mí ya habían llegado 10 más. No me quedo de otra que, con toda y pijama verde de algodón, quedarme ahí, cavilando en mi mente, pensando que diría, si podría mentir o en verdad sabría aquella mujer todo con solo verme. La fila decrecía, mis nervios me tenían al borde de la locura. Me mordía las uñas, sin ganas, apenas rasgaba la mitad… pero ya estaba ante ella, una mujer misteriosa, de mirada porfía y que yo intentaba esquivar cual niño regañado por haber hecho alguna travesura.

– ¡Desea tu vida y tú no se la quieres entregar! Es un caso muy difícil, ¿Porque acudes a mí tan tarde, cuando ya el demonio te está terminando? – Vocifero de manera tan déspota y a la vez sincera. 

Con una cara de sorpresa y un escalofrío recorriendo por todo mi cuerpo, solo acerté a decirle: – Dude de usted, pero veo ahora que no es cierto. ¿Qué puedo hacer?  ¡Ya no tengo ganas de vivir así! ¡Ayúdeme! – grite entre sollozos y mis rodillas flaquearon cayendo al suelo.

– Hijo mío, Dios sabe que es imposible, no puedo hacer nada, no debiste de haber tomado aquel baúl enterrado en la casa de tu madre. Ya te has condenado y lo único que puedo hacer es… – Titubeo un rato, pero con la fuerza que caracterizaba su voz dijo al final: Tienes que entregarte sin miedo para que la pena no sea más grave.

Camine hacia mi motocicleta más por inercia que por otra cosa. Me quede encima de ella por un tiempo hasta encontrar entre lágrimas, el lugar donde debería de embonar la llave para encenderla. El sueño de tener todo el dinero del mundo me había sentenciado al infierno, la avaricia fue mayor que mi propia vida. Ahora más que nunca valoraba la casa de leña que mi madre construyo con tanto esfuerzo a base de limpiar casas ajenas y lavar ropa, de vivir en la pobreza, al lado de mis dos hermanos mayores que se ganaban el pan de cada día con trabajos honrados. Y yo, que siempre añoraba encontrar un baúl lleno de monedas de oro, lo había hecho y simplemente no lo compartir con mis seres queridos! No podía perdonarme aquello.

Conduje a casa debajo de ese sol abrasador de Marzo, encontré a Petunia en la puerta de entrada, jugando con su pelota de estambre y de repente, la bola rodo hasta mis pies, convirtiéndose en un globo rojo que se fue elevando hasta estallar ante mis ojos, esparciendo una nube de ceniza y hedor a azufre, ahora Petunia se empezaba a convertir en ese ente que me martirizaba todas las noches, con un tridente entre sus manos y una sonrisa maquiavélica que me saludaba.

– Y bien, ¿Que has pensado hacer?, siempre he estado junto a ti, pero nunca pensaste quien era ¿Verdad? – Dijo ahora, quien se hacía llamar X por no revelar su propio nombre ante mí. – ¡Vamos, anímate y larguémonos de este mundo que ya no te pertenece más! Has disfrutado hasta el hastío del dinero que te regale! O dime que no es cierto que con ello compraste esa lujosa motocicleta que tanto te gusta? ¿Y la casa del millón de dólares?  ¿O los regalos para esas mujeres que solo te vendían cariño por un rato pero no te amaban? – y así, prosiguió vociferando X la larga lista de cosas inútiles para ese instante, en la cual, me hacía sentir más miserable a cada instante.

De esta manera, armándome de la audacia que nunca tuve en mis 29 años de vida, tome la llave de la motocicleta y le dije con una gran risa burlona: – Si, lo disfrute a pesar de todo. ¡Pero es mejor que mi verdugo sea tu padre! – Entonces… Sin titubear, introduje el metal entre la yugular y procedí con todas mis fuerzas a desgarrar mi cuello, para así, caer y morir entre mi propio charco de sangre.